domingo, 3 de octubre de 2010

Todos somos Uno, Uno somos Todos


[Aprovecho esta entrada para recordar que he estrenado la columna de Disturbio]

[...] Si desarrollásemos nuestra conciencia colectiva, podríamos llegar a identificarnos con nuestros semejantes igual que con nosotros mismos. Con ello superaríamos nuestra separación y experimentaríamos la compenetración con todo y con todos. 
Parece que en nuestro interior existe una capacidad de resonancia que compartimos con todos los seres humanos, que nos permite reaccionar a todos al mismo tiempo. Sheldrake lo denomina campo morfogenético. Encontrar la entrada a dicho campo supone un paso importante en el desarrollo. Si encontramos el acceso a ese ámbito, dejaremos de ser esclavos de nuestras ideas e intenciones egocéntricas y sentiremos junto con todos los seres. [Willis Jäger, Sabiduría de Occidente y Oriente

11 comentarios:

  1. Este fenómeno de actuar como una unidad se manifiesta especialmente en las escenas de pánico y en el hecho de que toda la población acude a votar masivamente a los partidos principales, en lugar de pensar por sí mismos y darse cuenta de que lo popular no es necesariamente lo conveniente ;) Sin embargo, aquellos que han decidido actuar para sí mismos se erigen dominantes sobre la masa, con el sustento ciegamente fiel de esta. Ya te digo, no sé si se tratará de la misma situación que describes o me estoy yendo por las ramas :P
    De todas formas, yo creo en la belleza del individuo, la unicidad de las ideas, las particularidades inherentes a cada uno, que hacen la vida mucho más interesante. Igual es que no tengo empatía.
    hmmmm... ahora que pienso, podría redactar una entrada al respecto. Ya te contaré.
    Miau de la Pipaaaaaa

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  2. Jajajaja, creo que te ha sido por las ramas, pero no importa, el resultado me ha gustado ;)

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  3. Pues, será porque estoy recién levantada, pero no pillo que tiene que ver la teoría del campo morfogenético con la conciencia colectiva. La teoría del campo morfogenético intenta dar explicación a porque los organismos adoptan X formas y comportamientos característicos ¿no? La conciencia colectiva vendría a ser, mas o menos, la totalidad de la conciencia de grupo formada por la conciencia de cada individuo que forme el grupo. ¿Qué tiene que ver la conciencia colectiva con lo de los campos morfogenéticos? Explícamelo que sino me va a quitar el sueño XD.

    Dejando de lado ese tema, creo que sería positivo alcanzar ese nivel de pensamiento, de unión, pero no solo con nuestros semejantes sino también con los que no son semejantes. Aunque creo que para ello quizás antes tendríamos que desarrollar nuestra empatía ¿no? Si consiguiésemos por un momento dejar de mirarnos el ombligo, mirar a otros seres iguales y no iguales, y ver en ellos esa chispa que compartimos todos…si consiguiésemos ver que lo que nosotros llamamos diferencias de raza, sexo, especie, etc son solo matices de un TODO, nos iría mucho mejor.

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  4. Completamente de acuerdo con tu último párrafo, Gata :)

    Te dejo aquí una de la info que más me gustó respecto a los campos morfogenéticos, espero que te sirva de ayuda y te aclare conceptos:

    LOS CAMPOS MORFOGENÉTICOS

    La teoría delos campos morfogenéticos propuesta recientemente por el británico Rupert Sheldrake en su obra La presencia del pasado (Ed. Kairós, 1990) escandalizó tanto a la comunidad científica que la conservadora revista Nature tachó su trabajo como “ejercicio de pseudociencia”, añadiendo que “su libro no sólo debería ser quemado, sino puesto en el índice de las aberraciones intelectuales”.

    ¿Y quién es ese personaje que ha logrado causar tanta indignación? Pues un graduado en Biología por la Universidad de Cambridge que un buen día se marchó a vivir varios años a la India, país en el que conocería a Krishnamurti, con quien trabajaría amistad, y al monje benedictino Bede Griffits, persona que influiría decisivamente en su formación y le iniciaría en el conocimiento de la filosofía oriental.El caso es que Sheldrake, como tantos otros científicos, empezaría recordando que la clásica distinción entre materia y espíritu es inexistente. “Estamos tan acostumbrados a la dicotomía cartesiana entre espíritu y materia –explicaba ya en su prime revolucionario libro Una nueva ciencia de la vida (Ed. Kairós)– que mucha gente piensa que la materia es algo diferente de los principios que la organizan.

    Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la propia materia, de acuerdo con la Física moderna, no es más que energía organizada en campos. Campos que, por tanto, no son una entidad distinta responsable de la organización de la materia, sino que constituyen su propia esencia y no cabe establecer ninguna dicotomía entre campos y materia. Existen, eso sí, diferentes niveles de organización de campos; los campos de partículas de quántum están organizados por el campo atómico; después están los campos moleculares organizando los átomos; y los campos celulares organizando las moléculas; y los campos de tejidos organizando las células... Pero no es que haya nada inmaterial organizando las partículas: es que no existe la materia en el sentido tradicional.”Sheldrake se pregunta después si realmente los genes, por sí solos, pueden decidir no sólo la forma, sino la conducta de un organismo. Y comenta cómo, por ejemplo, se pueden encontrar células idénticas –con el mismo ADN– en diferentes partes del cuerpo humano, que sin embargo se desarrollan de distinta forma y asumen distintas funciones.

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  5. ¿Qué es lo que ordena a una célula –se pregunta– que el brazo tenga esa forma y la pierna o las manos las suyas? ¿Y de qué manera explicar, además, cosas como el comportamiento innato, el instinto de los animales, la migración de las aves, la habilidad natural para tragar o el hecho –en el ser humano– de caminar erecto?Sheldrake añadiría que la concepción mecanicista del universo, que todo lo reduce a procesos químicos, tampoco explica hechos como la memoria, la herencia o el pensamiento. Y de ahí su sugerencia de que tal vez existan –y ésta es, precisamente, su revolucionaria propuesta– unos “campos” –que denominaría “mórficos” o “morfogenéticos”– en los que se acumularían las experiencias de los individuos de cada especie, dando lugar así a todos los sistemas naturales –sean las colonias de hormigas, los cangrejos, las orquídeas o las moléculas de insulina, por ejemplo– poseen un campo mórfico propio que sería el responsable de los comportamientos innatos de cada especie: “Una memoria colectiva –explicaría– de todas las cosas anteriores de su misma clase, sin importar lo lejos que puedan estar, ni el tiempo transcurrido desde que existieron”. Añadiendo que “cada tipo de sistema natural tiene su propia clase de campo; es decir, existe un campo de la insulina, un campo del haya, un campo de la golondrina, etc. Y tales campos confieren forma a los distintos tipos de átomos, moléculas, cristales, organismos vivos, sociedades, costumbres y hábitos mentales”.Sheldrake establecía así una clara diferencia entre la genética y la herencia, planteando que la primera sería la responsable de la evolución fisiológica de los organismos, mientras que la segunda constituiría la “memoria”, una herencia que no se transmitiría genéticamente sino por medio de lo que denomina “resonancia mórfica”. Mecanismo que explica con varios ejemplos en sus libros: “Si una araña –dice– inventa una nueva forma de tejer la tela, inmediatamente otras arañas, en otras partes del planeta, comenzarán a elaborar sus telarañas de esa forma. Y no importa que esa primera araña desaparezca: su innovación en el campo mórfico de las arañas permanecerá, independientemente del tiempo y del espacio”.Es decir, que según esta hipótesis, una innovación en el campo mórfico humano afectaría a todo el colectivo: “Si una persona –dice Sheldrake– aprende algo nuevo, como por ejemplo a cabalgar sobre las olas en una tabla de windsurf, cuantas más personas aprendan a partir de ese momento dicha actividad, más fácil debería ser su aprendizaje”.En suma, Sheldrake postula que los campos morfogenéticos modelarían laforma y la conducta de los organismos vivos, igual que los campos magnéticos –aunque no se detecten a simple vista– determinan el patrón de las limaduras de hierro en las líneas de fuerza que rodean un imán. Campos que, como los campos gravitacionales o los electromagnéticos, por poner dos ejemplos, habrían existido –y existirán– siempre, independientemente de que haya sido o no conocidos por la comunidad científica.Pero Sheldrake va aún más allá y afirma que si, como él postula, los campos morfogenéticos van modificándose permanentemente, en un claro ejemplo de constante evolución, las llamadas “leyes de la Naturaleza” no tendrían carácter inmutable, sino que poseerían un carácter mutable y dinámico, por lo que no cabría hablar de “leyes de la Naturaleza” sino de “hábitos de la Naturaleza”.

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  6. Dejemos constancia, por cierto, de que esta idea no es en absoluto nueva. Ya en el siglo II antes de Cristo, un sabio llamado Patányali que recopiló enseñanzas dispersas procedentes de los Upanishads y otros textos hindúes antiguos, sistematizó éstas en sus famosos Aforismos, en los que explicaba que la mente no existe como entidad, sino que consiste en una serie ininterrumpida de ondas, movimientos o vibraciones –que llamaba Vrittis– que se producen en el marco de la sustancia mental –o Chitta– dando lugar al espacio/tiempo.Recuérdese que, hasta bien poco, existían dos concepciones clásicas de la mente: la occidental y la oriental. La primera, basada en el paradigma mecanicista, consideraba al pensamiento el sorprendente resultado inmaterial de complejas interacciones químicas y bioeléctricas sin cuyo soporte no podría existir; la segunda, por el contrario, sostiene que la mente es anterior a la materia, por lo que el cuerpo y sus funciones no serían más que una materialización de nuestros deseos de ver, caminar, oler, etc. En el primer caso, se considera que la evolución comienza por lo más denso, la materia inerte, y evoluciona hasta lo más sutil: el pensamiento y la voluntad. En Oriente, en cambio, se cree que la evolución va en sentido contrario, de lo sutil, a lo denso. Aunque, en realidad, estas dos posturas confrontadas esconden algo de mayor calado: ¿existe el universo como realidad objetiva que los seres inteligentes somos capaces de percibir o bien los objetivos que percibimos son una proyección de nuestra mente, que nos engaña haciéndolos aparecer como “reales”? En pureza filosófica, sólo existe lo que es percibido. Para una mente que se desactiva, el mundo entero se desvanece. El gran misterio de este universo no es la constitución de la materia, sino la naturaleza de la mente capaz de crearla, percibirla y modificarla.Volviendo, en cualquier caso, a las explicaciones de Sheldrake, ahora comprenderá el lector el rechazo de la comunidad científica ortodoxa. Porque la aceptación de la existencia de los campos morfogenéticos y de la resonancia mórfica, supondría no sólo que no hay leyes universales inmutables y perennes, sino incluso que existiría una especie de conexión invisible entre todos los seres vivos y, además, que todo lo que sucede –y ha sucedido– en el mundo puede influir, al no estar condicionado por el espacio ni el tiempo, sobre hechos futuros de características similares. Por cierto, que la teoría de la resonancia mórfica se apoyaría en el antiguo principio de analogía de los hermetistas e, igualmente, en la teoría jungiana de la sincronicidad, consideradas por la mayoría de los científicos conservadores como supercherías.No debe extrañarnos, pues, que el científico Alex Conford escribiera: “Si Sheldrake hubiese dicho que la interconexión cuántica se podría extender a los macrosistemas, incluidos los sistemas biológicos, no creo que Nature hubiese sentido que su virginidad estaba en peligro”. Y es que, como bien dijo el escritor Luis Racionero al respecto, “de la jerga con que se dicen las cosas depende a veces que el ‘establishment’ científico sea más o menos tolerante”.Ciertamente, el “error” de Sheldrake puede ser no haber omitido las implicaciones filosóficas, espirituales y religiosas de su hipótesis. Si lo hubiera hecho, tal vez no se hubiera encontrado con una reacción tan airada por parte de los fundamentalistas del viejo paradigma científico.

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  7. En cualquier caso, no dudamos de que el lector habrá encontrado significativos paralelismos entre las hipótesis del inconsciente colectivo, el archivoakáshico y la teoría del campo mórfico de Sheldrake, aunque éste se sienta incómodo ante esta comparación ya que la existencia de los dos primeros también ha sido puesta en tela de juicio por numerosos miembros actuales de la comunidad científica occidental. Y, sin embargo, todo pareciera indicar que la esencia subyacente en los tres casos fuera –básicamente– la misma. Es más: tanto el archivo akáshico como el inconsciente colectivo y los campos morfogenéticos plantean la existencia de unos invisibles –pero reales– lazos de unión universal entre todos los seres vivos.Dicho esto, supongo que son muchos los que se preguntarán cómo encajan los campos morfogenéticos y la resonancia mórfica en la experiencia del Grupo Aztlán. Bien. Obviamente, y en primer lugar, habría que aceptar su existencia. Y, en ese sentido, debo decir que las formulaciones de Rupert Sheldrake tienen suficiente soporte como para ser tenidas en cuenta y que el lector debe comprender igualmente que en tan limitado espacio no es posible desarrollar su hipótesis, ni exponer siquiera los numerosos hechos que le llevaron a plantearla, por lo que le sugiero la lectura completa de su obra.

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  8. A la hija, ¿as escrito algo? XD

    Amm! Nena, creo que tienes mal la hora en tu blog.

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  9. ¿Tú posteas en burbuja.info?.

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  10. Hola Anónimo;

    no, no posteo en Burbuja.info.

    Saludos.

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